Pasaporte de Moda, en Roma-Reportaje II: Por Rubén Díaz.
En mi segundo día en Roma, había una cita inevitable con la belleza: la Fontana di Trevi. No era tan solo una visita turística, era un encuentro con uno de los latidos más profundos del alma italiana.
Me habían dicho que octubre era temporada baja, pero al llegar comprendí que la emoción no entiende de calendarios. La plaza rebosaba de gente, todos con la misma mirada asombrada, como si el tiempo se detuviera ante aquel milagro de mármol y agua.
Frente a mí se alzaba la creación perfecta de Nicola Salvi, inaugurada en 1762: una sinfonía de piedra, movimiento y luz. El rumor del agua parecía transportarme en el tiempo, y por un instante, tuve la certeza de que Roma no se contempla… se siente.
La Fontana di Trevi, es un triunfo del arte Barroco. Este estilo, por naturaleza, es teatral, dinámico y excesivo, cualidades que la moda italiana adoptó y perfeccionó.
- El Movimiento: Observa la figura central del dios Océano y los caballos marinos: todo está en movimiento. La moda actual, con sus volantes, capas y telas fluidas que se mueven con la persona, rinde homenaje a esta estética dinámica. Es el arte de la exageración elegante.
- La Textura y el Contraste: El mármol blanco inmaculado contrasta con la piscina de agua turquesa, creando un efecto visual espectacular. El Arte Barroco nos enseña que el lujo se encuentra en el contraste de texturas y en la riqueza de los detalles, una filosofía que vemos en los desfiles de Fendi y Dolce & Gabbana.

La Influencia Cinematográfica: Trevi y la Dolce Vita
Ningún monumento romano está tan ligado a la moda como la Fontana di Trevi, gracias a la obra maestra de Federico Fellini, La Dolce Vita.
- El Arquetipo de la Seducción: La escena de Anita Ekberg bañándose en la fuente inmortalizó el lugar y creó un arquetipo de la mujer italiana: sensual, audaz y segura de su estilo. Esta imagen es el ADN de la femme fatale que la alta costura italiana recrea temporada tras temporada.
- La Cultura de la Moneda: Más allá de la superstición de asegurar el regreso a Roma, el ritual de arrojar la moneda es un acto de esperanza y deseo, conceptos que a menudo impulsan el consumo y el diseño de lujo.
Yo no lancé la tradicional moneda al agua. Preferí quedarme quieto, observando. Frente a mí, una danza de manos que se alzaban una y otra vez para cumplir el ritual: un deseo, un giro, un destello plateado cayendo en el agua. Era hermoso ver cómo la esperanza se convertía en un gesto compartido por desconocidos de todo el mundo.
A pesar de la multitud, el ambiente era sorprendentemente amable, casi festivo. Entre risas, idiomas distintos y cámaras alzadas, se sentía una alegría contagiosa, una especie de comunión silenciosa entre quienes, por un instante, coincidimos ante la misma fuente y el mismo asombro.
Mientras me alejaba lentamente de la fuente, comprendí que Roma es una pasarela eterna donde desfilan los siglos y el arte. Cada escultura, cada fachada y cada sombra cuentan historias de belleza, poder y creación. En Roma, el arte no se contempla… se habita.
Durante mi recorrido por Roma, siempre pensé en la moda —esa otra forma de arte que también busca atrapar el espíritu de su tiempo— y entendí que, al igual que las piedras de esta ciudad, cada prenda bien concebida guarda algo de eternidad.
Roma inspira a mirar más allá de la tendencia; enseña que el verdadero estilo, como el arte, nace de la pasión y del alma que lo crea.
